17 diciembre 2009

A este paso, experta en terremotos

Empezaba a pensar que transnochar y/o la contractura del cuello que me acompaña desde hace unos días me estaban haciendo perder la cabeza. Más fácil que eso, que me estaban empezando a provocar mareos, algo bastante posible. Pero no, mis presentimientos han resultado ser ciertos. Hace cosa de una hora ha temblado la tierra y con ella mi casa.

Viendo Perdidos, me quedé dormida después de cenar, no por aburrimiento sino porque el cansancio y la tensión cervical que me provoca el estrés (del trabajo) han podido conmigo. He despertado cuando el reproductor ya había pasado al siguiente capítulo pero he conseguido despejarme lo suficiente como para volver a poner lo que me había perdido. Y un capítulo me ha llevado al siguiente y éste a otro. La intriga no me permitía dejar para mañana el saber "qué pasará"... hasta que a las 2:40 de la noche empiezo a notar un balanceo, como si me mecieran. Las cuerdas del reloj se movían ligeramente pero en la difusa luz que tenía en el cuarto de estar no conseguía distinguir si el mantel se movía.

"¿Es posible que esté sintiendo otro terremoto? ¡Bah! ¡Chorradas! ¿Desde cuándo es tan fácil sentir un seísmo en España?". Esto es lo que me he dicho y he seguido viendo la tele. Pero la sensación se repite y noto que algo cae al suelo (supongo que serían pequeños trocitos de pintura o algo así) y que las estanterías suenan levemente... Y las cadenas que cuelgan del reloj de cuco vuelven a moverse... "¡Esto tiene pinta de ir en serio!". Salgo disparada al ordenador en busca de noticias de última hora (ya que en la tele todo son redifusiones o la misma noticia una y otra vez del ingreso en un hospital de Aminatu Haidar, la activista saharaui) pero internet tampoco dice nada... Va a ser cierto que la cabeza me da vueltas. "Creo que va siendo hora de irse a dormir, la contractura está vez sí me está provocando mareos".

Así pues, regreso al sofá dispuesta a terminar de ver el penúltimo capítulo de la 4ª temporada de Perdidos para irme, medianamente tranquila, a la cama y, ahora que ya me dispongo a acostarme (por fin), internet da la respuesta: un seísmo de 6,3 grados se ha producido en la costa suroccidental de la Península Ibérica, a unos 100 kilómetros al sur de Portugal.

Hace un par de años me desperté en la cama con la misma sensación: un balanceo como si hubiera vuelto a la cuna de cuando una es bebé. Es una experiencia extraña, sobre todo si no se ha notado antes y si no es un movimiento lo suficientemente fuerte como para no dejar lugar a dudas de lo que está pasando. En aquella ocasión lo que se movía "sin explicación" era el cable del teléfono. Fue aquello realmente lo que me despertó (cosa nada fácil), el golpeteo del cable sobre la mesilla. Llamé a mi madre y le conté lo que había sentido. Ella y sus compañeros del trabajo no habían notado nada y debió pensar que ya había dormido demasiadas horas y tenía la cabeza embotada. Pero no, horas más tarde las noticias informaban de un terremoto similar al de esta noche. No recuerdo la magnitud pero también fue al sur de la costa de Portugal.

En fin, que ya van dos y, según dicen, no hay dos sin tres...
Buenas noches!!!

15 diciembre 2009

Magosto en Balboa

Como ya estamos situados en tierras leonesas (y quien no lo esté que lea el post anterior), os cuento sobre el Magosto y, concretamente, el de Balboa.


Se trata de una fiesta que, dicen algunos, tiene origen celta pero básicamente se trata de celebrar la cosecha y recogida de la castaña, auténtica protagonista de la fiesta junto con la música (celta, por supuesto). No soy, para nada, una entendida en esta música pero tenía curiosidad por ver como era la fiesta dentro de las pallozas, las construcciones típicas de la zona. Las pallozas son casas o cabañas de piedra con tejado vegetal hecho por escobas. Como complemento a este párrafo (viajero) cultural os diré que las pallozas son similares a las “brañas” aunque éstas últimas se encuentran en Asturias y toman el nombre del término genérico que se da en la zona de Somiedo a los pastos de uso libre. A veces se confunden pero la utilidad no era la misma: las brañas se utilizaban/utilizan para refugiar al ganado durante determinadas épocas del año mientras que las pallozas eran viviendas en las que animales y personas compartían techo. Así se podía aprovechar el calor desprendido por el ganado para soportar el frío invierno de esta zona.

Para quien quiera darse un paseo por esta zona de los Ancares, los mejores ejemplos de pallozas se encuentran en: Piornedo, Campo del Agua (espero que hayan podido restaurar el conjunto de pallozas de este pueblo pues estaban muy dañadas la última vez que pasé por allí), Balouta, Burbia, Suárbol, O Cebreiro...

Pallozas en Balouta, región de los Ancares (León).

Palloza de O Cebreiro (Lugo). Actualmente utilizadas para refugio de los peregrinos camino de Santiago de Compostela.

Interior de una palloza-museo en (creo recordar) Piornedo (Lugo).


En cuanto a la fiesta, el plan era que grupos de música celta de distinta procedencia se turnarían en conciertos desde las 8 de la tarde hasta las 2 de la mañana. Pues bien, el primer día llegamos a Balboa sobre las 9:30 de la noche y aquello estaba… pelín muerto. Había gente, sí, pero nada que hiciera suponer que aquello era una fiesta. Grupitos de amigos tomando cañas por un lado, gente cenando en las mesas de la Palloza de Balboa por otro…pero nada de música. Mi amiga y yo no entendíamos nada. Después de tomarnos una cerveza y comernos unas cuantas castañas que te ponían de “tapa” decidimos irnos de paseo por el campo a investigar, en mitad de la noche, dónde estaba la Palloza de Chis.

Cuando llegamos allí nos encontramos con un hórreo de madera (no como los de Galicia que son de piedra) y una palloza aún más grande que la anterior, pero con todavía menos gente.

Después de tomarnos algo allí y teniendo una bola de castañas en el estómago, le pregunté a la camarera por la dichosa fiesta:

- ¡Ah, pues es que yo también soy nueva aquí! Pero mi jefe me ha dicho que se animará esto sobre las 2 de la mañana…

Ahí iba a estar yo esperando hasta las tantas a que unos tíos terminaran de enchufar cables y que la gente quisiera llegar a llenar la palloza (sobre todo con el cansancio de haber estado todo el día visitando León y Ponferrada). Nos volvimos a bajar a la Palloza de Balboa, no sin antes tener una interesantísima conversación con una vaca del lugar (es lo que tiene estar hasta el moño de esperar a que “empiece la fiesta” y tener un atasco estomacal por culpa de las castañas).

Al llegar de nuevo a la primera palloza nos dimos cuenta de que algo había cambiado. ¡Había música en directo! Nos hicimos con otra bebida y un par de sillas y ya estábamos listas para disfrutar del espectáculo. Pero el espectáculo fue ver a unos cuantos tiarrones vestidos con chalecos hechos de peluche, falditas y las canillas al aire porque lo que fue el concierto duró bastante poco: Tres o cuatro canciones a base de gaitas y panderetas y unos cuantos espectadores ansiosos de fiesta bailando y pegando brincos y se acabó.

Parece ser que en unos minutos iba a tocar otro grupo pero mi amiga y yo decidimos que ya era hora de irse a la camita. La fiesta nos había decepcionado.

08 diciembre 2009

De puente a puente y escribo porque ya toca

Es curioso que hace dos meses comencé este blog aprovechando un puente que pasé en casa y en el que estaba más aburrida que una ostra; hace un mes hubo otro puente en el que no escribí porque no estuve en casa y, hoy, estando again de puente (aunque para mí no lo ha sido pues me ha tocado trabajar), vuelvo a aprovechar para escribir. Como en su momento no lo hice y alguno ya me reprochó (y vaticinó) que podía sentarse a esperar tranquilamente para enterarse de mi escapada, os relataré ahora un poquito de a lo que me dediqué durante el puente de la Almudena.

He de empezar diciendo que si hace tiempo me hubiera acostumbrado ya a poner la fecha en todo lo que escribo y/o apunto, ahora no estaría rebanándome los sesos intentando acordarme del inicio de la historia que os voy a contar. Pero bueno, como el tiempo es efímero, tampoco importa tanto saber cuándo empezó todo.

Fue allá en primavera que, en mi afán de seguir conociendo gente y practicando idiomas (básicamente, el inglés), me acerqué un domingo con dos amigas a un bar donde se hace lo conocido como “intercambio de idiomas”.

Creo que fue el último día que asistí porque encontrar a nativos no españoles era una tarea cada vez más ardua y no le veía mucho sentido a estas “sesiones”. Pero esta vez hubo algo que me traje a casa: un papelajo con una recomendación que un leonés me hizo (en inglés, eso sí):



El dichoso papelito ha estado meses y meses y meses encima de mi mesa sobreviviendo a esporádicas limpiezas profundas de papeles acumulados esperando a ser leídos, clasificados o, simplemente, ser tirados a la basura.

Pues bien, hace un par de semanas una amiga y yo conseguimos poner de acuerdo nuestras agendas y quedamos para tomar algo a la salida del trabajo. Nos conocimos hace ocho años en Oxford y en todo este tiempo sólo nos habíamos visto dos veces. ¡Dos veces en ocho años! Y vivimos en la misma ciudad… No hay excusas, ¡no tenemos vergüenza!

Después de ponernos al día de nuestras respectivas vidas, empezamos a hablar de hacer una escapada juntas y en esto que vino a mi mente el famoso papelito recordatorio de la fiesta de Balboa.

Propuse irnos a por unas cuantas castañas a León y ante la aceptación de la idea, allá que nos lanzamos a buscar alojamiento por la región de El Bierzo.

El resultado fue que la primera noche la pasamos en el Hostal Parador de San Marcos de León. Ná, un hotelito de mala muerte (tan solo 5* Gran Lujo)…

No es que seamos ricas pero aprovechamos la oferta “Tarifa única” de Paradores, que deja la habitación doble a un precio muy asequible. Nos dimos el capricho y pernoctamos en el parador más caro de España (junto con el de Santiago de Compostela).

Tras visitar la ciudad de León (de la que ya hablaré en otro momento), nos fuimos hacia el Oeste de la provincia leonesa y nos aposentamos en el Hotel Ambasmestas. Un sitio muy cuco de turismo rural que nos hizo de campamento base para el fin de semana.

Y como esta introducción ha quedado suficientemente larga como para no ser una introducción, a pesar de tener que haber publicado esta entrada hace semanas (cuando la escribí) y aunque lo hago hoy con mucho retraso y sentimiento de culpa, será otro día cuando os cuente a qué es a lo que fuimos a las tierras bercianas. ¡¡Buenas noches!!

07 diciembre 2009

Preparada con un casco y unas cuantas tiritas

Vuelvo a dar señales de vida por el mundo bloguero para plantearos una cuestión por la que seguramente me caigan unas cuantas piedras a la cabeza.

Una vez dijo alguien que la crisis afecta más a aquellos que siempre han tenido dinero porque se encuentran con que no tienen trabajo y tampoco pueden vender ninguna de sus miles de posesiones (mansiones, yates, coches, joyas…) porque no hay nadie que se arriesgue a comprar. Animalitos, tendrán que posponer unos meses sus vacaciones en las Seychelles o comprarse un Porsche que corra un poco menos… Mientras, los pobres están acostumbrados a sobrevivir y a hacer malabarismos con la nómina. ¡Válgame dios! ¡Cuánto revuelo por unos cuantos pobres!

En fin… Está claro que no estoy a favor de la opinión de esta individua pero ¿qué pensarías de alguien que, en estos momentos de debilidad económica, puede darse con un canto en los dientes por que tiene trabajo pero, a la vez, sólo espera a que la despidan para poder cobrar la indemnización y el paro que la permitan escapar en busca de algo mejor?

15 noviembre 2009

El que avisa no es traidor

Si bien es cierto que empecé esta andadura redaccional y digital diciendo que “nunca me he visto con ánimos como para empezar ni un diario tradicional […] ni un blog”, esto no es completamente cierto.

En cuanto a los diarios tradicionales, tuve uno hace unos años; pero el pobrecillo apenas sobrevivió una corta temporada. No sé si por falta de ideas (realmente no creo que fuera eso) sino más bien por miedo a que alguien pudiera encontrarlo y enterarse de lo que circula por mi cuerpo y mente (al menos en un blog estás segura de hasta donde la gente puede acceder a ti). Y otra de las razones para dejar el diario de papel creo que fue mi dejadez mezclada con mi verborrea. Es decir, que puedo estar semanas y semanas sin decir ni pío pero cuando me pongo… échense a temblar. Mis palabras se convierten en infinitas y, me imagino, para los demás, inaguantables. En este caso, como era en papel, nadie se aburriría de leer más que yo, pero mi mano decía ¡basta!

Y por otro lado, también he de confesar que empecé un blog hace meses (y meses). Y el animalillo duró… un día. El día de la inauguración. Bueno, en realidad ha estado durmiendo el sueño de los justos desde entonces pero ya me encargué de sacrificarlo para que no sufriera más. Obviamente no le hablé a nadie de su existencia porque total, no había nada que leer.

Lo que os digo, mi inconstancia y que, encima, no es que tenga mucho tiempo libre (soy chica multitarea, pero eso muchos ya los sabéis) harán que las temporadas de sequía se alternen con los post eternos. Lo he avisado así que ¡no me regañéis por no escribir!

Recemos por que algún día alcance un equilibrio.

10 noviembre 2009

El final del largo camino

Marché a la Isla Esmeralda para casi cuatro meses de variopintas experiencias. El primer mes fue una especie de infierno en Irlanda del Norte cuidando de dos monstruitos en la granja de Pin y Pon. Durante 37 días intenté domar a dos fierecillas de 3 y 5 años, uno de los cuales me odiaba y el otro me adoraba (“Ruth es mi mejor amiga en el mundo”, Jaime dixit –el padre es español, de ahí el nombre del crío). Tras aguantar lo indecible y empezar a pensar que me estaba volviendo loca pues ya hablaba conmigo misma con tal de entretenerme, abandoné mi puesto de au pair y emigré a Dublín. Un par de semanas llevando CVs de aquí para allá tuvo como resultado un cómodo trabajo en el Ulster Bank. Nada complicado pero bien pagado. Me mudé con unos brasileños a un pisito a la sombra de St. Patrick Cathedral (véase la foto de mi bloque junto a la catedral) y ahí comenzó mi paradisíaca estancia dublinesa. Dos meses, algún que otro buen amigo y otro puñado más de conocidos después, volvía a empaquetar mis cosas, en contra de mi voluntad, y esta vez para una mayor distancia: tenía que volver a Madrid porque la Carlos III no concibe tener alumnos que no asisten a clase diariamente. Siempre hubo algo de mí en Irlanda desde que fui con 12 años y, esta vez, algo se quedó allí a medio componer. Lástima que no haya podido volver a terminar el “trabajo”.
De este modo, quinto de carrera comenzó en Dublín, desde donde mandé las primeras prácticas y trabajitos a los profesores (con saludo para Temple Bar por parte de uno de ellos incluido).

Una vez aquí todo siguió más o menos como siempre. Y digo más o menos como siempre porque durante este curso tuvimos menos clases presenciales y pude hacer, podría decir que hasta para alegría y tranquilidad de mis compañeras, unas prácticas en la Agencia EFE. No tengo miedo a reconocer que apenas aprendí nada allí durante los tres meses que pasé en el Archivo fotográfico y que tienen tanta jeta que no son capaces de pagar a los becarios ni el abono transporte.
Pasados los exámenes de febrero comencé unas nuevas prácticas en una productora de canales temáticos. Tras pasar tres entrevistas, me destinaron al departamento web pero el día en que me incorporaba, para mi sorpresa, el que sería mi jefe no tenía ni idea de que yo ya estaba contratada y me hizo otra entrevista. Finalmente quedé como encargada de las webs de los canales “Canal Cocina” y “De Casa”. Fueron bastante agradables los casi siete meses que allí pasé, aunque el jaleo de horario (unos días jornada completa, otros media jornada de tarde, otros de mañana…) fue un caos curioso de experimentar. Esto, obviamente, me obligó a abandonar tanto los idiomas como la danza.
En lo que al plan de estudios se refiere, este curso estuvo marcado por una asignatura que, si bien me gustaba (Periodismo Internacional) casi se me termina atragantando. No he logrado entender la lógica de que a pesar de que alguna asignatura consiguiera gustarme (gracias a Dios) y le dedicara más tiempo, aun así, no sacara más nota que en el resto de bazofia. Puede que la explicación esté en el Teorema de la Injusticia y Ley de la Carlos III.
El primer cuatrimestre también se saldó con un suspenso en una asignatura que se supone ya habíamos dado (y aprobado). Era de Derecho, por supuesto. Tengo bien claro a lo que no me tengo que dedicar nunca.
Y pasamos a lo que, por antonomasia, define el último año de universidad: el “Proyecto Fin de Carrera” y las “Prácticas en empresa”. De estas últimas ya he dicho algo pero no me gustaría dejar de recordar las normas de la Charlie (si bien nadie las cumple a rajatabla, existen):
- Las prácticas hay que hacerlas durante el segundo cuatrimestre del 5º año, con lo cual, cuando acabas las carrera, si no has hecho más cosas por tu cuenta, únicamente tienes cuatro meses de experiencia (experiencia relevante solamente si has tenido suerte al encontrar la empresa que te acoja como becario/a).
- Las prácticas no pueden hacerse en verano: esto obliga a compaginar trabajo y estudios durante el curso.
- Las prácticas ofrecidas por el dpto. encargado de la asignatura son, en su mayoría, de jornada completa: Imposibles de realizar si, al mismo tiempo, es obligatorio asistir a las clases.
- Existe un máximo de horas (500h, tres meses con jornada completa) que puedes dedicar a la empresa que hace el convenio con la universidad: aunque te encante tu puesto y la empresa te adore, o te contratan o una vez pasado ese tiempo lo tienes que dejar.
Lo sé, yo dediqué más de 500 horas a las recetas de cocina. No sé qué chanchullo de horas hicieron conmigo a la hora de pactar mi horario.
Y el Proyecto Fin de Carrera… ayyyy, poco (o mucho) puedo decir. Comenzó siendo un documental sobre cementerios desaparecidos de Madrid (siempre me ha interesado la historia de Madrid y había muy poca información sobre este tema) pero después de que mi tutora de proyecto se cachondeara de mí y me soltara que ese tema no era muy interesante y que el público seguramente se MORIRÍA (lo recalcó con malicia) de aburrimiento pues desistí y decidí cambiar la idea. Terminó siendo un proyecto multimedia que pretendía convertir el tradicional folleto en papel de las agencias de viajes en algo más atractivo y audiovisual. No conseguí nada del otro jueves pero la tecnología a mi alcance no dio para más.
Llegó septiembre, presenté el dichoso DVD y “se acabó la fiesta”. Ya sólo faltaba soltar unos cuantos cientos de euros para que, en algún momento de los próximos años, me llamen para recoger unos papelitos firmados por el Rey diciendo que soy doble licenciada. Era entonces cuando empezaba la verdadera enseñanza: la real y dura vida de la búsqueda de empleo. Pero esa ya es otra historia.
No quiero terminar el post y el mes temático sin decir que gracias a que la UC3M no informó de que no era preciso aprobar las dos carreras para obtener el título de cada una de forma independiente, perdí mi oportunidad de entrar a trabajar en Google (y en Dublín, para más inri). Me llamaron para trabajar en esta super empresa en el mes de junio pero era requisito indispensable ser licenciado. Como a mí me faltaba el proyecto, no pudieron contratarme. Fue en septiembre al ir a pagar las tasas cuando descubrí que en junio ya tenía el título de periodista (el Proyecto pertenecía únicamente al plan de estudios de Com. Audiovisual).
Ah, y como apunte final diré que posteriormente he descubierto que el Ayuntamiento de Madrid organiza conferencias y visitas a los cementerios más antiguos y curiosos de la ciudad.

09 noviembre 2009

4º año, ¡esto no se acaba nunca!

Bueno, creo que va siendo hora de poner fin al la “semana UC3M” que, en mi caso, se ha convertido en el “mes UC3M”. Prometo que todos los días me he estado fusilando a mi misma con “¡que vergüenza! ¡Otro día sin postear nada!”.

Intentaré resumir brevemente el final del suplicio carlesco:

A partir de 3º, en vez de ausentarme de clase para contestar el teléfono, directamente empecé a faltar las primeras horas. Al principio simplemente llegaba tarde (tengo un serio problema con los despertadores, no hay ninguno hecho para mí) pero después ya no hacía mucho por llegar a las 9. Y para un día que “me caí de la cama”, una señorita tuvo a bien no mirar el espejo retrovisor y se empotró contra mi coche mientras me encontraba aparcando. Así pues, ese día volví a llegar tarde a clase pero con un parte de accidente bajo el brazo. Moraleja: Nunca mais volver a aparcar en el parking de la universidad cuando llega todo el mundo.

Por otro lado, no sé en qué punto de la carrera me presenté al examen de inglés (un examen obligatorio con el que obtener una serie de créditos inútiles y para el cual no había docencia, uno ya tiene que venir aprendido de casa) pero sí recuerdo el estúpido requisito de necesitar haber superado 4º (supongo que ahora será 5º) de la Escuela Oficial de Idiomas para obtener la convalidación (aunque exijan niveles diferentes). Tras no sé cuantos años intentando entrar en la EOI, dimití y me presenté al examen de inglés UC3M que pasé sin esfuerzo alguno.

Hablando de idiomas, este año (2006-2007) decidí cambiar el francés por el árabe, un idioma de mucha menos categoría que el français pero de igual o superior dificultad de pronunciación y gramática (por no hablar de lo que más lo caracteriza: los gurrapatos que forman el alfabeto). De este modo mi agenda pasaba a tener dos días a la semana alemán, dos días a la semana árabe y dos días a la semana danza. Recuerdo con “cariño” los miércoles, día ligero en el que a la misma hora (5:30pm) acababa la clase de danza en Getafe y comenzaba la de árabe en Nuevos Ministerios (separados por unos 30-40 minutos de distancia). Era mi tercer curso bailando y no estaba dispuesta a dejar nada.

Ahora mismo estoy pensando en que tengo todavía menos memoria que un pez, que ya debe ser difícil, pero no recuerdo apenas nada de los dos últimos cursos.

Recuerdo a un señor que nos hablaba de cine de una forma incomprensible, con unos palabros que ni en el diccionario aparecían (y que ahora resulta ser el Vicedecano de Com. Audiovisual); recuerdo a otro señor que vio en nosotros un futuro como pedagogos ya que toda su participación fue decirnos como se llamaba y explicarnos que la asignatura la prepararíamos e impartiríamos nosotros mismos a nuestros compañeros; recuerdo a una señorita que se hacía llamar vicedecana de la carrera conjunta (ya era hora de tener a alguien que nos representara después de tres años y medio) quien, tras exponerle nuestras quejas acumuladas, se excusó con un “sois un grupo experimental y problemático”. Dimitió un año después.

Y hasta aquí puedo leer. Acabé, por cuarto año consecutivo, hasta los mismísimos y decidí poner tierra de por medio.

26 octubre 2009

El año del mal

La segunda parte de la carrera comenzó con nuevos compañeros y un nuevo “aula”: el zulillo. Aquel minúsculo espacio sin ventanas parecía pensado justamente para obligarnos a establecer nuevas relaciones sociales. Habían construido el edificio expresamente para las carreras de Periodismo y Com. Audiovisual (y la conjunta) y no había aulas suficientes para todos… Bien diseñado el edificio, sí señor…

La verdad es que de 3º tengo poco que comentar. Fue el peor de todos y estoy en proceso de aniquilarlo completamente de mi mente.

Básicamente recuerdo que por primera vez fui a septiembre:

- Suspendí una (Estrategias empresariales, o algo así). Me enteré de mi primer suspenso estando en El Cairo, lo cual terminó de amargarme el fin de mi viaje (y menuda la que me esperaba durante las siguientes semanas-meses en lo que a situación sentimental se refiere).

- No me presenté a un examen por primera vez en mi vida (Filosofía Política). Decidí dispensar porque me suspendieron una práctica y eso significaba un examen extralargo que no estaba en condiciones de afrontar. A esto había que sumarle que no tenía ni idea de la asignatura, me importaba un carajo el temario y, encima, el hecho de ir a la revisión de la práctica y que una paloma se estampara contra el cristal del despacho no me pareció un buen augurio.

- Me mandaron a septiembre con otras dos asignaturas. En mi conciencia no las considero suspensas sino que como todo buen paso por la universidad, éste no está completo si no sufres el “es que tengo que mandar a alguien a septiembre pero no te preocupes, con un poquito de estudio, pasas sin problemas”. Y a mí todavía no me habían tocado las narices con esta regla no escrita en ninguna parte así que el destino quiso que fuera en este fabuloso año:

  • Una me “suspendieron” teniendo de media un 6.5 (aunque era obligatorio aprobar examen y prácticas, más tarde una descubriría que los que hacían una mierda de prácticas pero habían sacado un cinco en el examen pasaban por “haber trabajado durante el curso”, como si los demás no nos esforzáramos para hacer un examen…). Para septiembre no abrí ni un libro ya que sabía que el soplagaitas no iba a cambiar el examen y… ¡premio! No cambió ni la fecha de la hoja del examen de junio.
  • De la otra asignatura… no sé ni siquiera si merece ser nombrada: Radio “algo”. El sujeto encargado de iluminarnos con su sabiduría únicamente nos dio un folio de apuntes (mecanografiado y por una sola cara). Según él, mi examen estaba perfecto excepto por la pregunta de teoría… (sí, para la que sólo había que estudiar un folio). Y es curioso porque según me lo decía resonaba en mi cabeza el lema con el que a todos los profesores se les llenaba la boca: “sois la élite de las universidades” (por la nota de corte necesaria para conseguir plaza en esta carrera en ”la pública diferencia”). De estar en la élite pasaba a ser una idiota incapaz de estudiar un folio…

En fin, si algo bueno salió de toda esta temporada es que me marché solita a Egipto a ver a unos amigos (lo que me trajo algún que otro problema en casa), allí conocí gente fabulosa y pude ver El Cairo desde un punto de vista privilegiado. Mientras, en Madrid, me asentaba en mis clases de danza donde he hecho amigas inmejorables con las que sigo bailando.

Por las tardes también iba a clases de alemán y francés y los sábados estuve una corta temporada descubriendo los misterios del revelado de imágenes en un laboratorio. En verano una compañera me dijo que hacía mal en irme de vacaciones ya que estando en tercero ya debía empezar a buscar prácticas (como hacían las demás). Pero yo había tenido bastante “periodismo” por una temporada y no iba a perdonar uno de los pocos caprichos que me doy a año. Así pues, me fui de vacaciones a China durante 17 días y me traje un nuevo amigo para completar mi lista de amigos no nacionales. Sí, soy la oveja negra pero ¡a mucha honra!

En septiembre aprobé todo y a las pocas semanas, ¡vuelta a empezar!

25 octubre 2009

Primer ciclo de sufrimiento

Si por algo recuerdo mi paso por la universidad Carlos III es porque apenas guardo recuerdos de ella. Todos los que me conocéis sabéis que tengo una memoria chiquitisca y únicamente almaceno las cosas importantes. Esto quiere decir que de asignaturas y profesores me acuerdo bastante poco. Memoria selectiva lo llaman.

Podría resumir primero de carrera en cuatro palabras: “¿Qué pinto yo aquí?”. Como ya conté, me decidí a estudiar Comunicación Audiovisual y, por el módico precio de un año más, también Periodismo. Los jerifaltes de la universidad tuvieron a bien separar a los alumnos de la carrera conjunta y el azar quiso que fuera de las últimas de la lista a quienes les tocó con el grupo de Periodismo. Justo el bando que no quería (lo siento chicas, pero esto ya lo sabéis de siempre). Todo iba enfocado a la redacción y poco a cómo mostrar las cosas visualmente. De ser una chica a la que le gustaba estudiar, que prestaba atención a los profesores, aplicada, etc. pasé a pegar cabezadas en clase y pasar de todo. Y estábamos en primero…

Nos mandaron leer libros de los que ya no recuerdo ni el título. Os lo juro, sé que leímos a Proust, Beckett, Kafka, Saramago y a otro puñado más pero sólo recuerdo, y vagamente, “Memorial del convento” (será porque había estado en el edificio del que habla la obra y en mi cabeza esa historia cobraría más vida que el resto). También puede tener que ver que me leí seis o siete libros de los obligatorios en las tres semanas de Navidad…

Ya no recuerdo en qué curso tuvimos Historia de España y Geografía humana pero sí sé que aprobé porque directamente dejé a un lado los apuntes de clase y me estudié los de Bachillerato (y con Geografía conseguí una de las notas altas, si no la más, de toda la carrera –junto con la asignatura de la Sosa, único miembro del profesorado que se aprendió mi nombre en los cinco años).

Vamos, que unas cosas me parecían una tomadura de pelo (no aprendíamos nada) y otras no me interesaban mucho. Me quedé en la carrera rezando por que el año siguiente fuera mejor. No me hernié y aprobé todas a la primera. En mi casa alucinaban. No sabían si era que yo era muy lista (porque me veían que no hacía ni el huevo) o que, verdaderamente y como les decía, la universidad no era para tanto.

Segundo fue por el estilo. Lo único que me llamaba la atención era Fotoperiodismo (por fin alguien me enseñaría a usar una cámara réflex) pero todo se quedó en “Historia de la fotografía”. Que aún así me gustó, más que nada por ser algo relacionado, pero que me defraudó por no recibir lo que esperaba.

Así que segundo también pasó sin pena ni gloria y al curso siguiente “alguien” decidió que ya era hora de juntarnos con quien nos correspondía. Esto significo un descenso drástico en el contacto con la mayoría de compañeras de clase, quienes, con cariño pero con cachondeo, me habían apodado “Lara Croft”. Mis escapadas matutinas para contestar el teléfono (quien me llamaba no era sino mi madre para darme los buenos días y asegurarse de que había llegado sana y salva a clase, que Getafe dista mucho de Villaverde) les hizo dudar de mi identidad. ¿Sería que tenían en clase una aventurera que cada día tenía que salvar a la Humanidad?

23 octubre 2009

Todo comenzó hace 8 años

Aprovecho los últimos minutos de mi jornada laboral para intentar estrujar mis neuronas y sacar algún recuerdo de mi paso por la universidad que sea digno de contar. No, no es que haya habido un cataclismo y no tenga nada de hacer pero son las siete menos veinte de la tarde ¡¡de un viernes!! Ya no son horas de trabajar en nada.


Podría empezar hablando de cómo aterricé en la Carlos III. La verdad es que ni yo misma lo sé así que empezaré por el principio.


No sabía qué estudiar, me gustan demasiadas cosas pero quizá ninguna lo suficiente como para decir “quiero dedicar mi vida a esto”. Y como dice el título del post, hace 8 años que comenzó la batalla que me ha llevado hasta el día de hoy. Todo comenzó en 2001. Justamente el famoso-fatídico día 11 de septiembre. Estaba en primero de Bachillerato y me tiré un día y medio en el despacho del psicólogo porque no era capaz de decidirme siquiera si meterme a ciencias o a letras (me encantaba la biología y el latín, el dibujo técnico y la historia… Cosas incompatibles como sabéis). Después de casi dos semanas yendo y viniendo de una clase a otra, me decidí por mixtas (latín, matemáticas, Hª del arte, economía…); así que viendo esto, os podéis imaginar mi sufrimiento para decidirme por la carrera.


La elección de la universidad era lo de menos. Lo importante era la cuestión de a qué dedicar los siguientes cinco años. La importantísima decisión fue tomada en el Cercanías que me llevaba a la Autónoma (la universidad donde me examiné de Selectividad) a entregar mi solicitud. Pinto pinto gorgorito… ¿Turismo? No, que casi todo son asignaturas de Empresariales y sólo es de tres años y ya que me pongo voy a por una superior. ¿Historia del Arte? Bufff, qué futuro más negro, si acaso ya me lo pensaré en el futuro como formación complementaria y por amor al arte (nunca mejor dicho). ¿Una filología? Bueno… pero es que buena parte de la carrera es estudiar Literatura, que no me llama tampoco mucho la atención (me gusta leer pero no aprenderme como un papagayo quién escribió qué y cuándo) y al final no llegas a dominar el idioma como un nativo. ¿Periodismo? Mmmm… Mi madre siempre me hacía las redacciones del colegio, puede que no sea la mejor idea… ¿Comunicación Audiovisual? Esto creo que es lo que más sentido tiene aun sin tenerlo. Me gusta el cine, aunque no soy para nada una experta, ni una friki y odio “El Padrino” (que se le va a hacer, tiene que haber de todo en este mundo). Me gusta el diseño, corregir y poner las cosas bonitas, la fotografía (aunque tampoco tengo un ojo fabuloso para ella). Voy a callarme ya y diré, resumiendo, que soy un desastre en casi todo. Me gustan muchas cosas pero no soy experta en nada. “Quien mucho abarca, poco aprieta”, suelen decir.


Al final opté por la Comunicación Audiovisual. No sé como llegué a enterarme de que ofrecían la conjunta de Periodismo y Comunicación Audiovisual pero como ya estaba mentalizada en “perder” cinco años, pues a por ello que me lancé. Me dio la nota y así es como llegué a Getafe. Y es que, si me hubiera quedado fuera, ahora, además de español e inglés, hablaría francés, italiano, latín y, seguramente, portugués. Sí, mi segunda opción fue “filología románica”. ¡Ahí es ná!


Seguro que estaréis pensando “¡Qué plasta! Deja de hablar de tu vida y cuéntanos de la Carlos III, que es de lo que se trata esta semana!”. Pero como es mi blog, os fastidiáis y os leéis el truño que estoy soltando.


Bueno, de momento os doy un respiro y lo dejo para más tarde, que es hora de irse a casita. En la próxima entrega prometo que ya me meto de cabeza en el tema de la Charli.

16 octubre 2009

Blog Action Day '09

Hace unos días una excompi de clase me invitó a participar en el Blog Action Day'09, algo así como una quedada bloguera en la que cada año se propone un tema sobre el que hablar. Este año toca el cambio climático. Algunos dirán que ya se me ha pasado el día en cuestión para dar mi opinión pero alego en mi defensa que, aunque en donde me encuentro son las 01:45 del día 16, todavía muchos países están disfrutando del sol del 15 de octubre. Así pues, habrá que decir algo.

Me centraré en el tema del reciclaje, por aquello de que algunas amigas lo han tratado en sus blogs y me han recordado ciertas cosas.

Cuando pienso en reciclaje me viene a la mente mi estancia, hace un par de años, en Irlanda. Y cuando nos anuncian en las noticias que nos suben los impuestos sobre la recogida de basuras, pienso en Irlanda (sí, pienso en mi amada tierra verde muchas veces pero en este caso en concreto no lo puedo evitar). ¿Por qué pienso en la isla esmeralda? Fácil. Allí no pagan impuestos por las basuras.

Os voy a explicar cómo se lo montan los amigos irlandeses para pagar lo justo por deshacerse de su “mierda”:

Cuando uno aterriza en Irlanda una de las primeras cosas que te sorprenden (aunque tiene toda su lógica) es que no pagan factura de agua. Algunos te preguntan que si en Irlanda cuando abres el grifo sale agua o Guinness. Bien, cerveza negra tienen para exportar (y anda que no lo hacen) pero el agua… aaaah… eso son palabras mayores. Podrían inundar el mundo con todo lo que tienen. Supongo que por eso, para qué gravar a sus ciudadanos por algo de lo que nunca tendrán escasez. Pero lo que uno no sabe, hasta que se va a vivir a una casita y hay que hacer todas las labores domésticas, es que tampoco pagan impuestos por las basuras. Esto no quiere decir que no paguen nada pero cada uno paga dependiendo de lo que genere. Y si uno está medianamente concienciado con el medio ambiente y anda justo de dinero, el método irlandés le parecerá caído del cielo.

Me explico. Allí (al menos en Dublín) no puedes tirar tus bolsas de basura cualquier día: cada zona de la ciudad tiene asignados unos días concretos. Además, en las calles no hay cubos de basura, por lo que tienes que dejar, sólo el día que te corresponde, la bolsa en la puerta de casa (aunque en los bloques de pisos sí suele haber contenedores comunitarios). Para que los señores basureros se lleven tus bolsas es necesario comprar una pegatinita (este es el impuesto que pagan) por cada bolsa que tengas. A mí siempre me pareció un método curioso puesto que cuanto más grande sea la bolsa, menos pagas :D . Y siempre solía decir, “esto sí que es tirar el dinero a la basura”, porque, a ver, estás pagando por un papelito que va a ir directamente al basurero.


Me podréis decir que al final es un sacacuartos en forma de sticker pero es que tienen otro secretillo: ¡Lo que se recicla no se paga! Todo aquello que se separa para reciclar no necesita de pegatina alguna. Es un poco tostón porque lo que no metemos en la basura general hay que llevarlo a los centros de reciclaje (algo así como nuestros “puntos limpios” pero para todo lo reciclable) que hay por la ciudad. ¿No digáis que no es una buena idea? No cuesta ningún esfuerzo (bueno, he llegado a ver que algunos son muy tiquismiquis y hasta abren los tetrabrik de la leche para lavarlos con agua y jabón), no sufres los olores nauseabundos de la basura almacenada y muchas veces rebosante en los cubos, haces un bien al medio ambiente y, encima, ¡ahorras dinero!

Yo, desde entonces, no he vuelto a ver a los basureros, cubos e impuestos de basura del mismo modo. Por favor, que alguien proponga esto a nuestros señores políticos; aunque dudo que en este país ninguno de ellos vaya a renunciar a tan suculenta cantidad de dinero con la que comprarse trajes o lo que Dios quiera que cada uno haga.

En fin, quería hablar también de la reducción en el uso de bolsas de plástico (en el 2002 Irlanda fue el primer país en establecer un impuesto (de 15 céntimos, ahora algo más) por cada bolsa de plástico que te dieran en las tiendas y parece ser que se ha reducido el uso de éstas en un 90%) y del reciclaje del aceite (esto último no tiene nada que ver con métodos irlandeses) pero creo que el post ha quedado suficientemente extenso como para que alguien se llene de angustia y ganas de pisarme los dedos a partes iguales ;) . Lo reservaré para otro día en el que no tenga nada mejor de que hablar.

13 octubre 2009

Pedazo de “planning”

Lo que se presentaba como un tranquilo (y aburrido) puente del Pilar ha acabado siendo casi una pesadilla de tres días. El plan “molón” que quisiera haber encontrado el sábado no llegó y amagó con convertirse en un sábado-noche en casa. ¿Qué triste, no? La buena noticia es que al final salí de casa pero la escapada se limitó a una tranquila cena con mis padres (única compañía que se presagiaba para todo el puente) en un restaurante tailandés.

El domingo no pintaba mejor y, efectivamente, me pasé todo el día del Señor en el sexto piso de mi edificio de mi calle. Únicamente salí para cenar con mis padres, otra vez. En esta ocasión acabamos en el Ribs de Parquesur pero tal era mi desgana que apenas tenía apetito (cosa rara en mí). Mi madre para intentar animarme nos invitó a tomar después un café irlandés cerca de casa. Pero ni el intento de recordarme a mi querida Irlanda consiguió subirme apenas la moral. Sólo quería volver a casa y seguir haciendo “nada”.

Ya sé que cuanto menos haces, menos quieres hacer y más te apalancas pero cuando uno se tira la semana trabajando mil horas sin pasar por casa nada más que para cenar y dormir, los fines de semana pueden ser (y tienen que ser) el momento de liberación. Viendo mi trayectoria, pasarme un puente en casa es, cuanto menos, extraño. Y tanto me han acostumbrado a salir cada cierto tiempo que llega un momento en que lo necesito como el aire. Para algunos esto será de niña caprichosa pero para mí se ha convertido en una necesidad, la cual no necesita de enormes distancias para ser satisfecha. Una salida a la sierra me cura las penas por una temporada.

Ahora bien, no sé, pero el rumbo que está tomando mi vida no me gusta un pelo y el apalancamiento general que me rodea me está matando demasiadas neuronas. A veces mi pereza y otras el “esto pasará” consiguen que no haga nada para solucionar ciertas situaciones pero va siendo hora de ponerse las pilas y empezar a buscarse la vida.

No ha sido gran cosa pero hoy he dado un minúsculo pasito. No quería volver a salir de paseo con mis padres para que me brearan a preguntas de por qué no salgo con fulanito, por qué no llamo a menganito, etc. etc. y en vista de la falta de otra compañía, he cogido el coche y me he ido al Parque del Manzanares, una especie de (parque) Juan Carlos I pero con vistas a la ciudad (en este recinto es donde está también la Caja Mágica). Tras subir a una de las colinas y divisar la ciudad a la sombra de la escultura Dama del Manzanares, me he bajado a leer a una praderita. No había nadie y un pino casi solitario daba una enorme sombra así que allí me he sentado a leer frente a Madrid. Se me ha pasado la mañana sin darme cuenta y he vuelto a casa a comer con un poquito más de ánimo.

La tarde ha vuelto a ser de lo más “tonta”, tirada en el sofá viendo la “caja tonta”. A media tarde a mis padres les ha picado la curiosidad de qué es lo que divisa cada día la Dama del Manzanares así que he vuelto con ellos para disfrutar de esa pequeña naturaleza enjaulada entre la M-30 y la carretera de Andalucía.

Ahora se ha acabado el puente y, gracias a Dios como dirán algunos lectores, este post.

Take it easy!

10 octubre 2009

¿Hay que dar explicaciones?

En serio, ¿hay que dar explicaciones de porqué se crea un blog, que nos ha llevado hasta aquí, el porqué del título, bla bla bla...? ¿Para qué? Obviamente para satisfacer la curiosidad del que lee, no creo que sea por necesidad del que escribe. Pero bueno, está claro que para empezar un blog cada uno tiene sus razones. Algunos tienen que contarse cosas a sí mismos y otros necesitan que los demás estén informados. ¿Qué hay en común? Un mensaje que transmitir (ya debo tener deformación profesional y los mensajes y la comunicación son una constante en mi vida).

Y yo como otros tantos, tengo algo que contar. Más que contar, que soltar. No será la primera vez que pienso en poner por escrito lo que me viene a la cabeza pero nunca me he visto con ánimos como para empezar ni un diario tradicional (sí, de esos de papel que se han hecho siempre) ni un blog (estos diarios modernos que varían de los anteriores en que no tienen manchurrones de tinta ni los guardas en el cajón más secreto de tu habitación). ¿Y qué ha ocurrido ahora? La verdad es que nada especial que no haya pasado antes pero ya son demasiadas las veces en que pienso "esta sería una buen idea para una entrada en un blog" y al final nunca pongo esa idea en ningún sitio. Así que hoy, día mundial de la salud mental, "¡Voy a intentarlo!".

Me ha costado lo mío elegir título, tipografía, color, plantilla... (soy indecisa por naturaleza) así que lo más seguro es que el formato del blog cambie cada cierto tiempo. ¿No cambia el paisaje con las estaciones? Pues mi blog apuesto a que también lo hará.
Esto es todo por hoy. Estamos en un sábado "con puente" así que a ver si encuentro un plan "molón" para abrir la puerta y salir tomar el aire.