26 octubre 2009

El año del mal

La segunda parte de la carrera comenzó con nuevos compañeros y un nuevo “aula”: el zulillo. Aquel minúsculo espacio sin ventanas parecía pensado justamente para obligarnos a establecer nuevas relaciones sociales. Habían construido el edificio expresamente para las carreras de Periodismo y Com. Audiovisual (y la conjunta) y no había aulas suficientes para todos… Bien diseñado el edificio, sí señor…

La verdad es que de 3º tengo poco que comentar. Fue el peor de todos y estoy en proceso de aniquilarlo completamente de mi mente.

Básicamente recuerdo que por primera vez fui a septiembre:

- Suspendí una (Estrategias empresariales, o algo así). Me enteré de mi primer suspenso estando en El Cairo, lo cual terminó de amargarme el fin de mi viaje (y menuda la que me esperaba durante las siguientes semanas-meses en lo que a situación sentimental se refiere).

- No me presenté a un examen por primera vez en mi vida (Filosofía Política). Decidí dispensar porque me suspendieron una práctica y eso significaba un examen extralargo que no estaba en condiciones de afrontar. A esto había que sumarle que no tenía ni idea de la asignatura, me importaba un carajo el temario y, encima, el hecho de ir a la revisión de la práctica y que una paloma se estampara contra el cristal del despacho no me pareció un buen augurio.

- Me mandaron a septiembre con otras dos asignaturas. En mi conciencia no las considero suspensas sino que como todo buen paso por la universidad, éste no está completo si no sufres el “es que tengo que mandar a alguien a septiembre pero no te preocupes, con un poquito de estudio, pasas sin problemas”. Y a mí todavía no me habían tocado las narices con esta regla no escrita en ninguna parte así que el destino quiso que fuera en este fabuloso año:

  • Una me “suspendieron” teniendo de media un 6.5 (aunque era obligatorio aprobar examen y prácticas, más tarde una descubriría que los que hacían una mierda de prácticas pero habían sacado un cinco en el examen pasaban por “haber trabajado durante el curso”, como si los demás no nos esforzáramos para hacer un examen…). Para septiembre no abrí ni un libro ya que sabía que el soplagaitas no iba a cambiar el examen y… ¡premio! No cambió ni la fecha de la hoja del examen de junio.
  • De la otra asignatura… no sé ni siquiera si merece ser nombrada: Radio “algo”. El sujeto encargado de iluminarnos con su sabiduría únicamente nos dio un folio de apuntes (mecanografiado y por una sola cara). Según él, mi examen estaba perfecto excepto por la pregunta de teoría… (sí, para la que sólo había que estudiar un folio). Y es curioso porque según me lo decía resonaba en mi cabeza el lema con el que a todos los profesores se les llenaba la boca: “sois la élite de las universidades” (por la nota de corte necesaria para conseguir plaza en esta carrera en ”la pública diferencia”). De estar en la élite pasaba a ser una idiota incapaz de estudiar un folio…

En fin, si algo bueno salió de toda esta temporada es que me marché solita a Egipto a ver a unos amigos (lo que me trajo algún que otro problema en casa), allí conocí gente fabulosa y pude ver El Cairo desde un punto de vista privilegiado. Mientras, en Madrid, me asentaba en mis clases de danza donde he hecho amigas inmejorables con las que sigo bailando.

Por las tardes también iba a clases de alemán y francés y los sábados estuve una corta temporada descubriendo los misterios del revelado de imágenes en un laboratorio. En verano una compañera me dijo que hacía mal en irme de vacaciones ya que estando en tercero ya debía empezar a buscar prácticas (como hacían las demás). Pero yo había tenido bastante “periodismo” por una temporada y no iba a perdonar uno de los pocos caprichos que me doy a año. Así pues, me fui de vacaciones a China durante 17 días y me traje un nuevo amigo para completar mi lista de amigos no nacionales. Sí, soy la oveja negra pero ¡a mucha honra!

En septiembre aprobé todo y a las pocas semanas, ¡vuelta a empezar!

25 octubre 2009

Primer ciclo de sufrimiento

Si por algo recuerdo mi paso por la universidad Carlos III es porque apenas guardo recuerdos de ella. Todos los que me conocéis sabéis que tengo una memoria chiquitisca y únicamente almaceno las cosas importantes. Esto quiere decir que de asignaturas y profesores me acuerdo bastante poco. Memoria selectiva lo llaman.

Podría resumir primero de carrera en cuatro palabras: “¿Qué pinto yo aquí?”. Como ya conté, me decidí a estudiar Comunicación Audiovisual y, por el módico precio de un año más, también Periodismo. Los jerifaltes de la universidad tuvieron a bien separar a los alumnos de la carrera conjunta y el azar quiso que fuera de las últimas de la lista a quienes les tocó con el grupo de Periodismo. Justo el bando que no quería (lo siento chicas, pero esto ya lo sabéis de siempre). Todo iba enfocado a la redacción y poco a cómo mostrar las cosas visualmente. De ser una chica a la que le gustaba estudiar, que prestaba atención a los profesores, aplicada, etc. pasé a pegar cabezadas en clase y pasar de todo. Y estábamos en primero…

Nos mandaron leer libros de los que ya no recuerdo ni el título. Os lo juro, sé que leímos a Proust, Beckett, Kafka, Saramago y a otro puñado más pero sólo recuerdo, y vagamente, “Memorial del convento” (será porque había estado en el edificio del que habla la obra y en mi cabeza esa historia cobraría más vida que el resto). También puede tener que ver que me leí seis o siete libros de los obligatorios en las tres semanas de Navidad…

Ya no recuerdo en qué curso tuvimos Historia de España y Geografía humana pero sí sé que aprobé porque directamente dejé a un lado los apuntes de clase y me estudié los de Bachillerato (y con Geografía conseguí una de las notas altas, si no la más, de toda la carrera –junto con la asignatura de la Sosa, único miembro del profesorado que se aprendió mi nombre en los cinco años).

Vamos, que unas cosas me parecían una tomadura de pelo (no aprendíamos nada) y otras no me interesaban mucho. Me quedé en la carrera rezando por que el año siguiente fuera mejor. No me hernié y aprobé todas a la primera. En mi casa alucinaban. No sabían si era que yo era muy lista (porque me veían que no hacía ni el huevo) o que, verdaderamente y como les decía, la universidad no era para tanto.

Segundo fue por el estilo. Lo único que me llamaba la atención era Fotoperiodismo (por fin alguien me enseñaría a usar una cámara réflex) pero todo se quedó en “Historia de la fotografía”. Que aún así me gustó, más que nada por ser algo relacionado, pero que me defraudó por no recibir lo que esperaba.

Así que segundo también pasó sin pena ni gloria y al curso siguiente “alguien” decidió que ya era hora de juntarnos con quien nos correspondía. Esto significo un descenso drástico en el contacto con la mayoría de compañeras de clase, quienes, con cariño pero con cachondeo, me habían apodado “Lara Croft”. Mis escapadas matutinas para contestar el teléfono (quien me llamaba no era sino mi madre para darme los buenos días y asegurarse de que había llegado sana y salva a clase, que Getafe dista mucho de Villaverde) les hizo dudar de mi identidad. ¿Sería que tenían en clase una aventurera que cada día tenía que salvar a la Humanidad?

23 octubre 2009

Todo comenzó hace 8 años

Aprovecho los últimos minutos de mi jornada laboral para intentar estrujar mis neuronas y sacar algún recuerdo de mi paso por la universidad que sea digno de contar. No, no es que haya habido un cataclismo y no tenga nada de hacer pero son las siete menos veinte de la tarde ¡¡de un viernes!! Ya no son horas de trabajar en nada.


Podría empezar hablando de cómo aterricé en la Carlos III. La verdad es que ni yo misma lo sé así que empezaré por el principio.


No sabía qué estudiar, me gustan demasiadas cosas pero quizá ninguna lo suficiente como para decir “quiero dedicar mi vida a esto”. Y como dice el título del post, hace 8 años que comenzó la batalla que me ha llevado hasta el día de hoy. Todo comenzó en 2001. Justamente el famoso-fatídico día 11 de septiembre. Estaba en primero de Bachillerato y me tiré un día y medio en el despacho del psicólogo porque no era capaz de decidirme siquiera si meterme a ciencias o a letras (me encantaba la biología y el latín, el dibujo técnico y la historia… Cosas incompatibles como sabéis). Después de casi dos semanas yendo y viniendo de una clase a otra, me decidí por mixtas (latín, matemáticas, Hª del arte, economía…); así que viendo esto, os podéis imaginar mi sufrimiento para decidirme por la carrera.


La elección de la universidad era lo de menos. Lo importante era la cuestión de a qué dedicar los siguientes cinco años. La importantísima decisión fue tomada en el Cercanías que me llevaba a la Autónoma (la universidad donde me examiné de Selectividad) a entregar mi solicitud. Pinto pinto gorgorito… ¿Turismo? No, que casi todo son asignaturas de Empresariales y sólo es de tres años y ya que me pongo voy a por una superior. ¿Historia del Arte? Bufff, qué futuro más negro, si acaso ya me lo pensaré en el futuro como formación complementaria y por amor al arte (nunca mejor dicho). ¿Una filología? Bueno… pero es que buena parte de la carrera es estudiar Literatura, que no me llama tampoco mucho la atención (me gusta leer pero no aprenderme como un papagayo quién escribió qué y cuándo) y al final no llegas a dominar el idioma como un nativo. ¿Periodismo? Mmmm… Mi madre siempre me hacía las redacciones del colegio, puede que no sea la mejor idea… ¿Comunicación Audiovisual? Esto creo que es lo que más sentido tiene aun sin tenerlo. Me gusta el cine, aunque no soy para nada una experta, ni una friki y odio “El Padrino” (que se le va a hacer, tiene que haber de todo en este mundo). Me gusta el diseño, corregir y poner las cosas bonitas, la fotografía (aunque tampoco tengo un ojo fabuloso para ella). Voy a callarme ya y diré, resumiendo, que soy un desastre en casi todo. Me gustan muchas cosas pero no soy experta en nada. “Quien mucho abarca, poco aprieta”, suelen decir.


Al final opté por la Comunicación Audiovisual. No sé como llegué a enterarme de que ofrecían la conjunta de Periodismo y Comunicación Audiovisual pero como ya estaba mentalizada en “perder” cinco años, pues a por ello que me lancé. Me dio la nota y así es como llegué a Getafe. Y es que, si me hubiera quedado fuera, ahora, además de español e inglés, hablaría francés, italiano, latín y, seguramente, portugués. Sí, mi segunda opción fue “filología románica”. ¡Ahí es ná!


Seguro que estaréis pensando “¡Qué plasta! Deja de hablar de tu vida y cuéntanos de la Carlos III, que es de lo que se trata esta semana!”. Pero como es mi blog, os fastidiáis y os leéis el truño que estoy soltando.


Bueno, de momento os doy un respiro y lo dejo para más tarde, que es hora de irse a casita. En la próxima entrega prometo que ya me meto de cabeza en el tema de la Charli.

16 octubre 2009

Blog Action Day '09

Hace unos días una excompi de clase me invitó a participar en el Blog Action Day'09, algo así como una quedada bloguera en la que cada año se propone un tema sobre el que hablar. Este año toca el cambio climático. Algunos dirán que ya se me ha pasado el día en cuestión para dar mi opinión pero alego en mi defensa que, aunque en donde me encuentro son las 01:45 del día 16, todavía muchos países están disfrutando del sol del 15 de octubre. Así pues, habrá que decir algo.

Me centraré en el tema del reciclaje, por aquello de que algunas amigas lo han tratado en sus blogs y me han recordado ciertas cosas.

Cuando pienso en reciclaje me viene a la mente mi estancia, hace un par de años, en Irlanda. Y cuando nos anuncian en las noticias que nos suben los impuestos sobre la recogida de basuras, pienso en Irlanda (sí, pienso en mi amada tierra verde muchas veces pero en este caso en concreto no lo puedo evitar). ¿Por qué pienso en la isla esmeralda? Fácil. Allí no pagan impuestos por las basuras.

Os voy a explicar cómo se lo montan los amigos irlandeses para pagar lo justo por deshacerse de su “mierda”:

Cuando uno aterriza en Irlanda una de las primeras cosas que te sorprenden (aunque tiene toda su lógica) es que no pagan factura de agua. Algunos te preguntan que si en Irlanda cuando abres el grifo sale agua o Guinness. Bien, cerveza negra tienen para exportar (y anda que no lo hacen) pero el agua… aaaah… eso son palabras mayores. Podrían inundar el mundo con todo lo que tienen. Supongo que por eso, para qué gravar a sus ciudadanos por algo de lo que nunca tendrán escasez. Pero lo que uno no sabe, hasta que se va a vivir a una casita y hay que hacer todas las labores domésticas, es que tampoco pagan impuestos por las basuras. Esto no quiere decir que no paguen nada pero cada uno paga dependiendo de lo que genere. Y si uno está medianamente concienciado con el medio ambiente y anda justo de dinero, el método irlandés le parecerá caído del cielo.

Me explico. Allí (al menos en Dublín) no puedes tirar tus bolsas de basura cualquier día: cada zona de la ciudad tiene asignados unos días concretos. Además, en las calles no hay cubos de basura, por lo que tienes que dejar, sólo el día que te corresponde, la bolsa en la puerta de casa (aunque en los bloques de pisos sí suele haber contenedores comunitarios). Para que los señores basureros se lleven tus bolsas es necesario comprar una pegatinita (este es el impuesto que pagan) por cada bolsa que tengas. A mí siempre me pareció un método curioso puesto que cuanto más grande sea la bolsa, menos pagas :D . Y siempre solía decir, “esto sí que es tirar el dinero a la basura”, porque, a ver, estás pagando por un papelito que va a ir directamente al basurero.


Me podréis decir que al final es un sacacuartos en forma de sticker pero es que tienen otro secretillo: ¡Lo que se recicla no se paga! Todo aquello que se separa para reciclar no necesita de pegatina alguna. Es un poco tostón porque lo que no metemos en la basura general hay que llevarlo a los centros de reciclaje (algo así como nuestros “puntos limpios” pero para todo lo reciclable) que hay por la ciudad. ¿No digáis que no es una buena idea? No cuesta ningún esfuerzo (bueno, he llegado a ver que algunos son muy tiquismiquis y hasta abren los tetrabrik de la leche para lavarlos con agua y jabón), no sufres los olores nauseabundos de la basura almacenada y muchas veces rebosante en los cubos, haces un bien al medio ambiente y, encima, ¡ahorras dinero!

Yo, desde entonces, no he vuelto a ver a los basureros, cubos e impuestos de basura del mismo modo. Por favor, que alguien proponga esto a nuestros señores políticos; aunque dudo que en este país ninguno de ellos vaya a renunciar a tan suculenta cantidad de dinero con la que comprarse trajes o lo que Dios quiera que cada uno haga.

En fin, quería hablar también de la reducción en el uso de bolsas de plástico (en el 2002 Irlanda fue el primer país en establecer un impuesto (de 15 céntimos, ahora algo más) por cada bolsa de plástico que te dieran en las tiendas y parece ser que se ha reducido el uso de éstas en un 90%) y del reciclaje del aceite (esto último no tiene nada que ver con métodos irlandeses) pero creo que el post ha quedado suficientemente extenso como para que alguien se llene de angustia y ganas de pisarme los dedos a partes iguales ;) . Lo reservaré para otro día en el que no tenga nada mejor de que hablar.

13 octubre 2009

Pedazo de “planning”

Lo que se presentaba como un tranquilo (y aburrido) puente del Pilar ha acabado siendo casi una pesadilla de tres días. El plan “molón” que quisiera haber encontrado el sábado no llegó y amagó con convertirse en un sábado-noche en casa. ¿Qué triste, no? La buena noticia es que al final salí de casa pero la escapada se limitó a una tranquila cena con mis padres (única compañía que se presagiaba para todo el puente) en un restaurante tailandés.

El domingo no pintaba mejor y, efectivamente, me pasé todo el día del Señor en el sexto piso de mi edificio de mi calle. Únicamente salí para cenar con mis padres, otra vez. En esta ocasión acabamos en el Ribs de Parquesur pero tal era mi desgana que apenas tenía apetito (cosa rara en mí). Mi madre para intentar animarme nos invitó a tomar después un café irlandés cerca de casa. Pero ni el intento de recordarme a mi querida Irlanda consiguió subirme apenas la moral. Sólo quería volver a casa y seguir haciendo “nada”.

Ya sé que cuanto menos haces, menos quieres hacer y más te apalancas pero cuando uno se tira la semana trabajando mil horas sin pasar por casa nada más que para cenar y dormir, los fines de semana pueden ser (y tienen que ser) el momento de liberación. Viendo mi trayectoria, pasarme un puente en casa es, cuanto menos, extraño. Y tanto me han acostumbrado a salir cada cierto tiempo que llega un momento en que lo necesito como el aire. Para algunos esto será de niña caprichosa pero para mí se ha convertido en una necesidad, la cual no necesita de enormes distancias para ser satisfecha. Una salida a la sierra me cura las penas por una temporada.

Ahora bien, no sé, pero el rumbo que está tomando mi vida no me gusta un pelo y el apalancamiento general que me rodea me está matando demasiadas neuronas. A veces mi pereza y otras el “esto pasará” consiguen que no haga nada para solucionar ciertas situaciones pero va siendo hora de ponerse las pilas y empezar a buscarse la vida.

No ha sido gran cosa pero hoy he dado un minúsculo pasito. No quería volver a salir de paseo con mis padres para que me brearan a preguntas de por qué no salgo con fulanito, por qué no llamo a menganito, etc. etc. y en vista de la falta de otra compañía, he cogido el coche y me he ido al Parque del Manzanares, una especie de (parque) Juan Carlos I pero con vistas a la ciudad (en este recinto es donde está también la Caja Mágica). Tras subir a una de las colinas y divisar la ciudad a la sombra de la escultura Dama del Manzanares, me he bajado a leer a una praderita. No había nadie y un pino casi solitario daba una enorme sombra así que allí me he sentado a leer frente a Madrid. Se me ha pasado la mañana sin darme cuenta y he vuelto a casa a comer con un poquito más de ánimo.

La tarde ha vuelto a ser de lo más “tonta”, tirada en el sofá viendo la “caja tonta”. A media tarde a mis padres les ha picado la curiosidad de qué es lo que divisa cada día la Dama del Manzanares así que he vuelto con ellos para disfrutar de esa pequeña naturaleza enjaulada entre la M-30 y la carretera de Andalucía.

Ahora se ha acabado el puente y, gracias a Dios como dirán algunos lectores, este post.

Take it easy!

10 octubre 2009

¿Hay que dar explicaciones?

En serio, ¿hay que dar explicaciones de porqué se crea un blog, que nos ha llevado hasta aquí, el porqué del título, bla bla bla...? ¿Para qué? Obviamente para satisfacer la curiosidad del que lee, no creo que sea por necesidad del que escribe. Pero bueno, está claro que para empezar un blog cada uno tiene sus razones. Algunos tienen que contarse cosas a sí mismos y otros necesitan que los demás estén informados. ¿Qué hay en común? Un mensaje que transmitir (ya debo tener deformación profesional y los mensajes y la comunicación son una constante en mi vida).

Y yo como otros tantos, tengo algo que contar. Más que contar, que soltar. No será la primera vez que pienso en poner por escrito lo que me viene a la cabeza pero nunca me he visto con ánimos como para empezar ni un diario tradicional (sí, de esos de papel que se han hecho siempre) ni un blog (estos diarios modernos que varían de los anteriores en que no tienen manchurrones de tinta ni los guardas en el cajón más secreto de tu habitación). ¿Y qué ha ocurrido ahora? La verdad es que nada especial que no haya pasado antes pero ya son demasiadas las veces en que pienso "esta sería una buen idea para una entrada en un blog" y al final nunca pongo esa idea en ningún sitio. Así que hoy, día mundial de la salud mental, "¡Voy a intentarlo!".

Me ha costado lo mío elegir título, tipografía, color, plantilla... (soy indecisa por naturaleza) así que lo más seguro es que el formato del blog cambie cada cierto tiempo. ¿No cambia el paisaje con las estaciones? Pues mi blog apuesto a que también lo hará.
Esto es todo por hoy. Estamos en un sábado "con puente" así que a ver si encuentro un plan "molón" para abrir la puerta y salir tomar el aire.