En el anterior post comentaba que estaba en el paro “teóricamente”. Iba a haber puesto que bien happy que estaba de engrosar las listas de desempleados pero lo que no me hacía gracia era el “teóricamente”.
No es que quiera contaros mi vida pero hace tiempo La mujer del médico dijo por aquí que quien no quisiera su puesto de trabajo debía echarle narices y dejarlo para aquellos que sí lo quisieran. Desde entonces quería hablar de este tema, de porqué no lo dejé antes, pero he querido esperar a ser “libre”. No le quito la razón a nuestra amiga pero hay circunstancias que te obligan a resistir. En la mayoría de los casos son las obligaciones económico familiares pero de lo que quiero hablar hoy es de cuando la empresa te putea para que te vayas por propia voluntad. Y es que hay gente con muy mala sangre que no sabe perder. Y la lástima es que no haya suficiente gente (por las razones que cada uno tenga) que plante cara.
Empiezo por el principio para que quede todo más claro. Una joven muchachita recién licenciada encuentra un trabajo a jornada completa y, durante un año, se entrega a sus tareas en cuerpo y alma, haciendo muchas horas extras (no remuneradas, por supuesto), sustituyendo a compañeros cuando éstos se van a desayunar o porque ellos no tienen ni idea de cómo hacer determindas cosas. ¡Hasta ejerce de Recursos Humanos buscando trabajadores para la empresa! En fin, realizando un montón de tareas no propias de su puesto con tal de quedar bien y de que su contrato temporal se convierta en indefinido (es lo que tiene la juventud, que queremos comernos en mundo y corremos el riesgo de atragantarnos).
Pues bien, por temas que no vienen al caso la empresa se va a pique, algo nada nuevo hoy en día, y se prepara para entrar en concurso de acreedores. En espera de que llegue un administrador concursal (llamado popularmente por nosotros, “señor C”), en diciembre del año pasado se empieza a despedir a gente (es en ese momento cuando me quejaba de mi situación laboral y eso que no era ni por asomo parecida a lo sufrido los últimos meses). Con el tiempo, la pobre muchacha se queda sola en la empresa. Tal cual. Sola. Eso sí, recibe por teléfono o email (apareciendo ella como remitente de esos correos pues le han duplicado su cuenta para que “nadie” pueda enterarse de los tejemanejes que se están haciendo en la sombra) órdenes de sus antiguos superiores ordenándole (según ellos, ayudándola con) lo que tiene que hacer. Muchas promesas de que ella también va a ser despedida con las mismas condiciones que los demás compañeros (45 días por año trabajado, bla bla bla). Pero el día no llega y ella sigue completamente sola durante ocho horas en un local de mala muerte. ¡Ah! Y le deben casi tres meses de salario… En mayo decide ponerse en contacto con el administrador concursal (que es quien dirige la empresa, los dueños/socios ya no tienen poder para hacer nada si no hay una firma de este Señor C) para enterarse de cuánto tiempo le queda y de cuándo va a cobrar (ya que de eso nadie le habla). Y esto es como en las pelis, al que tiene información se lo cargan para que no pueda abrir el pico: sus jefes se enteran y automáticamente es despedida. Uhhmmm… curioso…
En la carta de despido se le acusa de copiar información sin permiso y no se le reconocen ninguna indemnización (lo del despido con las mismas condiciones que a los demás se ha borrado de un plumazo). Obviamente la muchacha no está de acuerdo y acude al SMAC a presentar una papeleta de conciliación para que se le reconozca la improcedencia del despido y le paguen la indemnización que le corresponde.
Su abogado llega a un acuerdo con la empresa pero llegado el día de la conciliación el Señor C se niega a firmar el acuerdo que le presentan. El despido no es válido pues él no lo ha autorizado y, por tanto, se niega a pagar nada. Ofrece a la muchacha volver a su puesto de trabajo. A ella no le queda más remedio pues, sino, se va a casa sin indemnización ni derecho a cobrar el paro.
Y para que esto no quede excesivamente largo, mañana os cuento la segunda parte de la historia: La vuelta al infierno.
"En el paro pero feliz" equivaldría al dicho popular de "jodido pero contento" ¿no? :P
ResponderEliminarYa en serio, me alegra que hayas salido de ese nido de víboras con la cabeza bien alta.