Ayer hizo tres semanas que volví a pisar suelo egipcio por tercera vez. Y una semana me queda todavía en la que llaman la "tierra de los faraones". Digo llaman puesto que de momento lo único faraónico que he visto en estos 22 días son las miles de figuritas para turistas que tratan de venderte en cada esquina y un par de esfinges que custodian la Columna de Pompeyo en Alejandría. Ni una sola momia ni una "pequeñita" pirámide.
Hacía 5 años que no venía por estas desérticas tierras y el mismo tiempo que no sentía lo que es vivir en un país islámico.
Todos imaginamos un país de ensueño en el que todo circula a la velocidad que marca el Nilo, las arenas del desierto... Que en Egipto todo se hace despacio, con calma... es verdad. Pero bueno, ¿calma? ¡qué estoy diciendo?! Se lo toman todo con una parsimonia que desespera al más paciente. Es imposible conseguir una indicación directa a la primera, es imposible pagar algo sin regatear y sin que intenten timarte y, definitivamente, es imposible llegar a ningún sitio a tiempo.
Dicen que el problema del Cairo, y Egipto en general, es que no hay semáforos, que no hay policía que regule el tráfico, que los sueldos son muy bajos, que no hay dinero para arreglar las cosas... Discúlpenme, el problema de los egipcios es que carecen totalmente de educación (y tienen una ingente superpoblación, que eso también cuenta). Pero la educación a la que me refiero no es de la que te enseñan en la escuela, que ésa es obligatoria y los niños van muchas horas a clase. No. Lo que les falta es la educación que se enseña en casa, la que te dice que si hay una cola, el que está delante va primero y tú lo respetas; que si la calle tiene pintados (que va a ser que no) tres carriles, no puedes apiñarte y sacar cinco; que la basura se tira a las papeleras y no por la ventanilla del coche; que si hay un policía que te dice que te pares, te paras y no empiezas a pitar para que te vuelva a dar paso; y que si eres policía no puedes dar paso a una calle, darte la vuelta, ponerte a mirar puestos y olvidarte de cuál es tu trabajo. Como tampoco que un taxista vaya a quejarse diciendo que una clienta no le quiere pagar porque no le da un ticket (al cual tienes derecho aquí y en filipindu, que si pagas te den un recibo) y el señor agente les mire a taxista y clienta con cara de "y a mí que me contais" y se de la vuelta. Tampoco puede ser que por cada cosa (como entrar a una mezquita y dejar tus zapatos en unos cajetones) tengas encima que dar una propina. Todo funciona a base de propinas. ¡Basta ya! A mí me cuesta mucho ganar mi sueldo, si doy una propina es porque alguien se lo merece, no por obligación. Esta mañana, esperando en la estación de trenes de Ramsés, se nos ha acercado un vagabundo poniendo la mano para que le diéramos algo. Pero no creáis que lo piden tranquilamente, no, te lo piden a gritos. Y encima le das algo y sale andando sin ni siquiera un "gracias". Así les va, que lo que se merecen es una patada en el culo o que no te paguen por el trayecto.
Es cierto que los egipcios son un pueblo amable y que, como se vio con la marcha que comenzó el 25 de enero, quieren poder vivir en paz y en unas condiciones dignas pero yo tengo claro que todos nosotros nos moriremos sin ver este país (y prácticamente todos los países islámicos) avanzar hacia la paz, la igualdad y la tranquilidad. Tienen muchas cosas que cambiar y no lo saben. Y no saben ni por dónde tienen que empezar porque tampoco saben lo que es la libertad (aquella que dicta que tu libertad termina donde comienza la de los demás). Quieren libertad pero la libertad no es anarquía, que es lo que impera en las calles (con o sin Mubarak). Cada uno va por su camino y el que tienes al lado o se aparta o los apartas.
Esto es duro, de verdad. Bonito de viaje pero duro en el día a día. Y ahora me diréis que porqué vuelvo... No lo sé, supongo que sigo buscando de dónde salieron las Mil y una Noches.
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