Que poca vergüenza… casi tres meses sin publicar ni un mísero párrafo… No, no me he olvidado de esta mi pizarra de monólogos pero en este tiempo las musas me han abandonado y no he encontrado ninguna buena excusa para volver a escribir.
Pero hoy ha sido un día especial y mis dedos merecen ser desentumecidos: una nueva personita ha llegado a la familia. A las 7:40 de la mañana del 3 del 3 (marzo) de 2010 ha nacido Sara, la hija de mi prima. No lo seré legalmente (ni ahora ni nunca porque no tengo hermanos/as) pero yo ya me considero tía.
A punto de salir de casa esta mañana, he recibido en el teléfono una foto de una preciosa bebita y ya no he parado hasta que he podido ir a conocerla. He aprovechado las dos horas de la comida para acercarme al hospital y… ya se me cae la baba con la criaturita. Y menos mal que no me caracterizo por un gran espíritu maternal que sino…
Ésta ha sido la cal del día.
¿La arena? La primera ración de arena es que es posible que la semana que viene cuando aterrice de mis vacaciones dublinesas (¡sí! Vuelvo al “hogar” por unos días) me digan que no hace falta que vuelva al trabajo. Que me dan vacaciones permanentes hasta nueva orden. Y yo, por supuesto, aunque me da pena, no voy a rechistar. Si algún empresario quiere beneficiarse de mi trabajo, primero que me pague. Si sólo miran por su salvar su trasero frente a los acreedores y los últimos de su escala de importancia somos sus empleados, les pueden dar muy mucho por saco.
Como muy sabiamente ha dicho uno de mis compañeros (creo que no se podría haber puesto un ejemplo mejor), cuando alguien muere, los familiares tienen que gastarse un dineral para enterrar al muerto. Es triste pero es así. Pues cuando una empresa muere y tiene que cerrar, también hay que poner dinero. Y quien no quiera, que no se haga empresario. Hay que estar a las duras y a las maduras.
¿La otra taza de arena? Cuando, después de desahogarnos los cuatro curritos que quedamos en la oficina (no exagero, nos contamos con los deditos de una sola mano), he bajado al gimnasio y me han dicho que todas las clases de baile a las que voy las han cambiado de horario. Y tan estratégicamente las han reubicado que no puedo ir a ninguna. Ni a funky, ni a contemporáneo ni casi a nada. Eso sí, sesiones de abdominales, pesas y demás (anunciadas bajo una inmensidad de nombres: workout, fitness, mantenimiento, body tonic, G.A.P., Fitball, ABD, LBW… pero que es siempre lo mismo) todas las que quieras. Con lo feliz que estaba yo últimamente con mis sesiones deportivas que ni me han importado las rodillas llenas de moratones, tener que comprarme unas rodilleras de baile, llegar a casa a las 11 de la noche… y cogen y lo ponen todo patas arriba… Menudo cabreo teníamos hoy en nuestra clase de “despedida” de lírico-contemporáneo… (porque encima avisan diciendo “la semana que viene se cambia el horario”. Así, sin anestesia. Si llegan a poner el cartel la semana que viene, cuando volviera de Irlanda me iba a encontrar con un desaguisado que me iba a acodar (más) de todos sus muertos).
En fin, que o dejo de ir al gimnasio o como vaya a las nuevas clases el mismo número de horas que hasta ahora, me voy a poner como un armario empotrado. Tengo bien claro que el viernes cuando vaya de nuevo les voy a rellenar una pequeñita hoja de reclamaciones o de sugerencias o lo que haga falta.
Por último y relacionado con esto de los bailes, me he encontrado con un vídeo de una de las canciones que hemos estado coreografiando en funky y… bueno, que os lo dejo porque mejor que lo veáis vosotros mismos. Yo, desde luego, he pasado un buen rato. Me alucina la cantidad de imaginación y tiempo libre que tienen algunos. Ya me diréis qué os parece.
Take it easy!
Edito, que me estoy acordando ahora: Con qué cara debí salir ayer de la oficina que un hombre me soltó en mitad de la calle "¡no pienses tanto y alegra la cara!". Menuda semanita...............